Porcupine Tree en Chile: Perfección y calidez

Con el anuncio previo de que estaríamos ante un evento libre de teléfonos, desde la pantalla se solicitó respetar el deseo de la banda de no ser registrados. La sugerencia resultó de gran utilidad para vivir la experiencia de Porcupine Tree, banda que por fin se presentó en Chile ante un Movistar repleto.

Llegaron de México, y desde sus redes sabíamos que venían con la energía de conectar con su público. Una postal desde la posición del baterista Gavin Harrison, previo al show, anticipaba algo ritual en lo que sería el debut de Porcupine Tree en Chile.

Porcupine Tree en Movistar Arena – © Checho García Pardo (@ChechoFotografo)

Pocos minutos antes de las 21 horas comienza la expectación con el descubrimiento de los instrumentos que se encontraban tapados. Los músicos aparecen en escena interpretando Blackest Eyes, la primera canción de la noche. La imponente presencia de su líder fundador Steven Wilson, con una chaqueta en la que podía leerse Rock and roll, y una habitual actitud cool y desenfadada, lo sitúan como un carismático frontman que interactúa y hace de buen anfitrión. Con un encantador acento inglés se dirige al público y pregunta si estamos preparados para mantener esa energía, anunciando que el show durará 3 horas.

Tras la presentación y anuncio, la banda continúa con un bloque de tres canciones del nuevo disco. Porque se trata de un show fan service, que por su larga duración podría decirse que es una manera de devolver la banda a la fanaticada.

Tras una primera parte de poco más de una hora de duración, el show se concentró en ofrecer intensidad y matices sonoros, mezclando los temas nuevos de “Closure / Continuation” con clásicos como “Sound of Muzak”. El cierre tras “Chimera’s wreck” y un posterior intermedio de 20 minutos preparó los ánimos para disfrutar la segunda parte. Esta vez se pudo apreciar cómo las luces se complementan a la perfección, con narrativas que el grupo maneja como un libreto perfecto, sin fallas técnicas, ni salidas de guión, ofreciendo una función equilibrada de virtuosismo y calidez.

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Se agradecen shows del nivel de Porcupine Tree. Se viven como secretos bien contados que significan un viaje a través de la música y los sonidos. Es probablemente un histórico concierto de rock que nos deja este 2022, sin tanto teléfono grabando, y sin mascarillas tras el paréntesis de esta distopía.